Una empresa es un ritual. Se hace de rituales. Los rituales crean la cultura corporativa.  «Las reuniones y las ceremonias corporativas son al tiempo como las oficinas son al espacio». Cita adaptada de Saint-Exupéry.

Según Byung-chul Han los ritos son acciones simbólicas que generan una comunicación que hace comunidad. Según la definición que utilizo en las intervenciones sistémicas, en el coaching de equipos, un sistema está compuesto por:

  • elementos
  • una frontera (que distingue claramente el nosotros del vosotros)
  • una comunicación que hace sentido para todos

Los rituales son significantes que (sin transmitir nada) hacen que un colectivo reconozca en ellos sus señales de identidad, (en lo sistémico lo llamamos pertenencia).

Veamos el impacto del coronavirus en relación con los principios sistémicos. Analicemos el teletrabajo, que ya lleva desde Marzo 2020 instalado como parte de dichos nuevos rituales dentro de las organizaciones, así como aquellos del «retorno» a la nueva normalidad.  El teletrabajo y quizás una «nueva normalidad» que no valore los rituales, generarían culturas más débiles en donde el concepto de sistema se hace líquido y algunas personas lo sufrirán inconscientemente mientras otras lo pueden vivir como un espacio-líquido mucho más atractivo.

El umbral actual que atraviesan las organizaciones se caracteriza por una mayor transmisión de datos en detrimento de lo simbólico que es más duradero en el tiempo.  Los datos son menos resilientes y más efímeros;  lo simbólico es un gran amortiguador y apoya lo que permanece. El teletrabajo es un aumento de la COMUNICACIÓN en retroceso de la COMUNIDAD.  La falta de presencia en un lugar de trabajo con los rituales que tiene cada organización debilita la cultura:  sin conversaciones informales, sin explicaciones de proyectos y objetivos, sin la máquina del café, sin las reuniones, sin las celebraciones, sin los eventos con proveedores, sin el restaurante, sin el lanzamiento de campañas y productos, sin l ensayo de un prototipo, sin la época de promociones y rebajas, sin las festividades sociales que mueven algunos negocios (como la campaña de navidad, el regreso escolar o de vacaciones, el día de la madre), y como no, sin las jornadas de formación y de aprendizaje en equipo…. perdemos rituales que dan identidad al colectivo.

Lo anterior respecto de lo espacial como lugar de encuentro y de ritualización. Ahora respecto del tiempo, de lo temporal, la llegada por emergencia del trabajo virtual, también conlleva una percepción del tiempo que genera incertidumbre pues es algo así como un whatsapp continuo que no tiene fin y a veces tampoco se percibe una finalidad pues no existe el ritual de finalización; existe la percepción en muchas personas de no saber cuando se termina. Es algo así, como un hamster en una rueda.  Nos vamos diluyendo en un tiempo que no podemos asir ni describir. Para muchos neurobiólogos, algo muy similar al estado de alerta propio del estrés.

Una derivada de lo anterior es que, al concepto de productividad, se une ahora un tiempo-espacio (teletrabajo) que no tiene espacios ni tiempos para detenerse, para reflexionar, para conectar, para construir pertenencia, para simplemente estar.  El hacer ha invadido el estar…. y posiblemente esta será la gran diferencia entre las buenas organizaciones que atraigan talento y aquellas que no sean atractivas:  Unas organizaciones solo tendrán foco en el HACER y otras lo combinarán con adecuadas dosis de ESTAR.  Sin espacios simbólicos, sin rituales, desaparece la creatividad, la genialidad de una organización: se vuelve consumidora de sus propios datos…. y de paso sus miembros perciben cada vez una sensación de pertenencia más débil. En el medio plazo, creo que también se diluirá el PARA QUÉ de estas organizaciones centradas en el hacer.

 

Analicemos teletrabajo y nueva normalidad desde la perspectiva sistémica:

Pertenencia:

a. La pertenencia se ve amenazada.  En post anteriores, he tratado el tema de que es el jefe quien da la pertenencia cotidiana en una organización.  Si el tiempo de contacto del jefe con sus colaboradores se ve mediatizado por la tecnología, se perderá la mayor parte de sus habilidades cerebrales y de influencia: la comunicación no verbal.

b. El foco ha estado situado en las tareas a través de la tecnología. Poco tiempo de los jefes para estar con foco en personas. Existe un gran riesgo de que un jefe se convierta en un gestor de datos con la posibilidad de que en su equipo la transmisión de datos la hagan mejor otros y su capacidad de liderazgo se vean diezmada.

c.  Al no haber una temporalidad definida de comienzo y fin, es posible que aparezca la sensación de no saber cuando pertenezco o no a un proyecto, a una campaña, y lo más importante, que los clientes pierdan el contacto «afectivo» con los productos y servicios de una organización, por la aceleración de lo «efectivo».   El nuevo umbral, abre nuevas posibilidades, pero debemos estar muy atentos en calibrar si un cliente percibe o no que pertenece a nuestro «sistema» a través de nuestros servicios o productos.

 

Orden:

a. La incertidumbre ha devorado la estrategia. Esto es un cambio que afecta al organigrama, a los puestos y a las funciones. Desde lo sistémico será necesario ver cómo se ha modificado el orden en la organización y al interior de algunas áreas.

b. El orden entre jerarquía, antigüedad y experiencia ve aparecer un nuevo elemento:  en muchas organizaciones han aparecido, se han revelado, personas que ante la magnitud del desafío han dado mucho más de lo que se espera en su puesto, de lo que se espera de sus funciones.  Esto inevitablemente habrá cambiado el lugar y el orden de otras personas.

c.  Esto ha sido una batalla, que une mucho, pero luego algunos lo extrañarán cuando baje el fragor de la misma y vean que su lugar «heróico» ya no se requiere más.  Es lo que se llama en muchas partes el síndrome del regreso de Vietnam.  Para muchos pasar este umbral hacia la nueva normalidad será más traumático que la amenaza misma de supervivencia.

d. RRHH ha tenido nuevas tareas, o tareas acrecentadas: más ERTES, la organización del teletrabajo y la bioseguridad.  Aunque no ha podido ejercer su papel de cohesionadores de cultura, sin duda, en muchas organizaciones ahora tienen más valor que antes de la crisis por el coronavirus.

 

Equilibrio:

a. Los empleados han entregado más.  Si bien un empleado, se ahorra el tiempo de desplazamiento, en promedio se estima que en la Unión Europea las personas están trabajando dos horas más en régimen de teletrabajo. ¿Cómo retribuir esto en el futuro cuando ahora todo son estrecheces?  Sin duda, las organizaciones han adquirido una deuda con sus empleados por el teletrabajo.

b. El cerebro con teletrabajo desconecta a la hora y 15 minutos. El proceso de aprendizaje es más lento sin la presencia grupal. Si trabajamos más horas y con un poco más de estrés, y sin la compensación del ritual….posiblemente la deuda de una organización con sus empleados sea aún mayor.

c. Las personas necesitamos de rituales ¿Cómo podremos reinventar los rituales que se ha llevado, de momento, el coronavirus?  Las organizaciones requieren compensar DATOS con RITUALES.  Es más necesario que nunca, volver a invertir en las personas.

c.  ¿Qué atraerá el talento a las organizaciones en este gran cambio de rituales?  ¿Qué ofrecerá una empresa? ¿Qué entregarán a las organizaciones los talentos jóvenes?  Estamos ante un cambio de paradigma sistémico de intercambio….qué ofrecemos….que podremos tomar de una organización.

Una empresa es un ritual.

La cultura se hace con rituales.

El teletrabajo y la nueva normalidad requieren generar

nuevos rituales de pertenencia, orden y equilibrio.

Es fundamental que directivos y RRHH se muevan desde la tecnología hacia las personas.

Un colectivo, una organización se desgasta sin rituales.

Su cultura cambia hacia una cultura menos cohesionada.