ZOOM, de solución en la pandemia a enemigo de tu descanso y eficiencia

El conocimiento que nunca te llegará por la Inteligencia Artificial

La empresa, que tiene sede en San Francisco, California, publicó un comunicado en agosto de este año (2023) a sus empleados en el que informó una decisión para que, quienes viven a menos de 80 kilómetros de alguna de sus sedes, regresaran a las oficinas. Zoom se suma así a la tendencia de muchas compañías de regresar a la oficina luego de la pandemia.

 

En estos dos años posteriores a la pandemia como coach y facilitador sistémico de equipo he podido asistir al entusiasmo que genera volver a “sentirse parte de”, atributo que había desaparecido con la necesidad de utilizar lo virtual durante la pandemia. Pero, ¿Que hay más allá de mi pequeña experiencia con equipos y organizaciones? Veamos algunos estudios de diferentes publicaciones científicas al respecto, que avalan la decisión empresarial de ZOOM y de empresas tan innovadoras como la misma Amazon. Estos estudios nos muestran que la fatiga y la ineficiencia se han instalado no solo en los cerebros de las personas sino que disminuyen la eficiencia de los equipos.

 

La organización europea de ciencias de la vida

«Estamos un poco cansados del Zoom», afirma Sandra Bendiscioli, responsable de política científica de la organización europea de ciencias de la vida EMBO, con sede en Heidelberg (Alemania).

El confinamiento obligado por la covid convirtió las videoconferencias en un elemento básico del día a día para la mayoría de personas, obligadas a trabajar, comunicarse y reunirse desde casa. El software de videollamadas y reuniones virtuales Zoom se popularizó tan rápidamente que las personas no se citaban para una reunión online, sino para «hacer un zoom». Escuelas, empresas e instituciones públicas de todo el mundo celebraban en Zoom las reuniones que antes hacían en persona y, a las pocas semanas de instaurarse este comportamiento global, ya comenzó a hablarse del déficit de atención y la fatiga que produce.

La EMBO, comenzó a preguntarse sobre porqué la interacción virtual era más agotadora que la presencial (contacto visual más intenso, la presión de ver la propia imagen, el esfuerzo de comunicarse sin el componente no verbal…), y realizó una primera aproximación al fenómeno mediante encuestas y autoevaluaciones por parte de los usuarios, con resultados (de percepción, no científicos) preocupantes.

El estudio estadounidense

En un estudio publicado por la revista NATURE en enero de 2023, los revisores de subvenciones de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EE.UU. afirman que su capacidad de atención es menor y que se comprometen menos en las reuniones de revisión de subvenciones por vídeo que en las presenciales, según una encuesta realizada a 3.288 revisores. «Me canso de mirar todas las caras en las reuniones de Zoom, así que también miro otras cosas», dice el participante en la encuesta Alexander Dent, inmunólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana en Indianápolis.

A otros investigadores les preocupa que los revisores en las reuniones por vídeo no discutan o estudien las subvenciones de la misma manera que en las reuniones presenciales. Jason Moore, bioinformático de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia, dice que escribe muchas subvenciones y le preocupa la calidad de las revisiones realizadas en las llamadas de Zoom.

Según el informe de este estudio, sólo entre el 10 y el 15% de los revisores consideraron que las reuniones con Zoom eran la mejor opción en todos los criterios de calidad y participación de los revisores.

El estudio austriaco

En otro estudio publicado este 2023, un equipo de investigación interdisciplinario dirigido por Rene Riedl, de la Universidad de Ciencias Aplicadas Upper Austria, y Gernot Mi.iller-Put2, de la Universidad Tecnológica de Graz, ha logrado proporcionar pruebas neurofisiológicas de que la fatiga de Zoom es real.

Según el estudio que han publicado en Scientific Reports de la revista NATURE, midieron a través de electroencefalogramas y electrocardiogramas, así como mediante cuestionarios, los parámetros de fatiga de personas que participaron en una conferencia universitaria de 50 minutos de forma presencial, en una sala de actos tradicional, y también online a través de videoconferencia. Esto les permitió registrar y comparar parámetros fisiológicos objetivos y percepciones subjetivas habiendo recibido exactamente el mismo contenido.

En todas las medidas los investigadores hallaron tasas más altas de fatiga en la prueba de videoconferencia. El cuestionario reveló que los participantes se sintieron significativamente más cansados, somnolientos y hartos en comparación con la participación en la sesión cara a cara; también se sentían menos animados, felices y activos.

Y esas condiciones iban asociadas en el electroencefalograma a diferencias significativas en la banda de ondas Theta en los canales frontal y occipital, y de las Alfa en los canales parietales y occipitales en función de si la conferencia fuese o no online. Detectaron además una disminución gradual de la frecuencia cardiaca y mayor variabilidad de la misma en la videoconferencia.

«Nuestros resultados sugieren que el uso de videoconferencias puede ocasionar costos cognitivos que las personas y las organizaciones no deberían ignorar», dicen los autores. Quizá ello tenga que ver con la diferente actividad neuronal que tiene lugar si hablan cara a cara o por videollamada

El estudio de la universidad de Yale

Un grupo de neurocientíficos de Yale ha utilizado sofisticadas técnicas de imagen para rastrear en tiempo real la actividad cerebral de dos personas conversando frente a frente y también haciéndolo a través de Zoom.

Midieron los movimientos oculares, el tamaño de las pupilas, la actividad eléctrica del cerebro y el flujo sanguíneo cerebral. Y detectaron que, de entrada, las personas pasaban más tiempo mirándose entre sí en los encuentros presenciales que en los online. Además, el diámetro de la pupila (que se asocia con la excitación emocional) era mayor cuando los participantes estaban cara a cara, situación en la que también observaron niveles más altos de actividad en las áreas del cerebro responsables de la percepción visual.

En este sentido, los investigadores apuntan que el aumento de la actividad detectada en el electroencefalograma durante las interacciones presenciales es característico de una mayor capacidad de procesamiento o facial. Por otra parte, apreciaron una actividad neuronal más coordinada entre los cerebros de las personas que hablan cara a cara. Los autores del estudio, publicado en Imaging Neuroscience hace unas semanas, sugieren que quizá el cerebro procese por diferentes circuitos neuronales las interacciones en vivo y las virtuales y por ello la capacidad de detectar los micromovimientos faciales sea menor si la reunión es online.

«En nuestro estudio encontramos que los sistemas sociales del cerebro humano son más activos durante los encuentros reales que en Zoom” , resumió la neurocientífica y autora principal del trabajo, Joy Hirsch, al presentar los resultados.

¿Cómo cuidarnos de ZOOM?

  • En esta línea, algunos experimentos realizados en los últimos años sugieren que apagar la cámara mientras no es imprescindible su uso puede reducir significativamente los niveles de fatiga.
  • Otro trabajo sobre este tema concluye que estar de pie y caminar durante las reuniones virtuales favorece el pensamiento creativo.
  • No ver la propia imagen en la pantalla o tomarse descansos apagando de vez en cuando la cámara y usando solo el audio para evitar la presión de estar siendo observados y que el cuerpo se relaje un tiempo.
  • El uso de Zoom, Teams, Meets o Slack para comunicarse está a la orden del día, incluso cuando las personas están en el mismo edificio. Como estas herramientas se popularizaron tanto y muchas personas las dominan, hay quien las emplea en sustitución de lo que antes de la pandemia hubiese sido una simple llamada telefónica.
  • Intenta estar en la reunión presencial. Saldrás con las áreas sociales de tu cerebro más conectadas y producirás serotonina (la hormona de la felicidad) y no solo dopamina (la hormona de la satisfacción).