Una mirada a la humildad
Demasiada perfección. Las elecciones perdidas por Sanna Marin en Finlandia, me han impactado. Como europeo admiro no solo su capacidad como líder, sino también el relato con el que acompañó estos años de gobierno y que llevó a Finlandia a ser hoy parte de la OTAN. Enric Juliana escribía esta semana que quizás había sido víctima de la perfección. Y en esa escenificación de la perfección, perdió el contacto con los votantes, no los hizo partícipes de su éxito y al final no le dieron el apoyo requerido.
La vulnerabilidad. De otro lado, Brené Brown tiene una charla maravillosa en TED sobre el Poder de la Vulnerabilidad. La vulnerabilidad es un poder, una fuerza que está en cada uno de nosotros, que no tiene como objeto mostrar nuestras deficiencias o errores, sino la capacidad de reconocer con coraje quiénes somos realmente, así como reconocer la necesidad que tenemos de los demás, de estar conectados, de ser aceptados y comprendidos por otros.
No somos tan libres como nos pensamos. Pertenecer a un sistema, vía el ADN de nuestros padres o a una ciudadanía, vía el DNI, nos condiciona mucho más de lo que imaginamos. Nuestro cerebro solo busca sobrevivir, la felicidad es un constructo reciente. Por lo tanto, es mucho más eficiente, conocerse a sí mismo que intentar conquistar una autonomía más allá de lo que impone la naturaleza humana y nuestra necesidad de pertenencia.
Conócete a ti mismo que fue la máxima de Platón y sigue siendo un fundamento de la filosofía, se está convirtiendo en “Invéntate a tí mismo”, como resultado de una demanda a tener un lugar en las redes. Como si esa construcción, esa imagen en las redes ahuyentase o apagase el peso del miedo inherente a toda persona por el simple hecho de estar viva. Personalmente me debato cada día, entre el tiempo que dedico a “tener un lugar en las redes” y al tiempo dedicado a observar qué me produce temor hoy, qué me afecta esta mañana, esta tarde. Muchos de mis miedos son inventados, otros son más reales. Lo que sí es real, es que el impacto de lo que temo casi siempre es menor de lo que imaginé. Así que solo la observación de mis temores hace que tenga un poco más de control sobre mi emocionalidad. Y reconozco que mi imagen en las redes y su aceptación o no es un nuevo territorio de nuevos miedos, en este caso miedo al rechazo. Conocerme un poco más, y declararme como un ser vulnerable y no tan libre, me ha ayudado montones a encontrar un mejor lugar dentro de mí y tal vez en el mundo.
Inclinarse ante el misterio. Charlaba con mi madre en estos días, recordando que mi padre murió hace medio año, sobre ese lugar a donde habría ido. Si bien no soy un católico practicante como lo han sido mis padres, hay un lugar de profundo respeto por el bienestar que les ha producido y sigue produciendo en mi madre, su religiosidad. Los ha hecho humildes, saben estar en el mundo mucho mejor que yo, respecto a las dificultades, y no han tenido un relato muy inflado de lo que han sido sus vidas. Es como si tuvieran una magnitud precisa de su tamaño en el mundo.
Admirar los pequeños milagros del mundo. Dice mi maestro Shyamji que además de meditar y cuidar el templo (es decir nuestro cuerpo), debemos dedicar un rato cada día al asombro. Me gusta mucho estar con él, quizás ya he escuchado todas sus enseñanzas en estos 30 años que lleva siguiéndole, pues se repiten. Lo que no se repite es su asombro ante una mariposa o una oruga, su alegría al describir una flor, al contemplar el azul del cielo, al dejar que la lluvia le moje la cara. Lo que sigue siendo contagioso a sus 86 años es esa risa al descubrir y asombrarse ante los pequeños milagros del mundo.