Suelo en los talleres de liderazgo hacer reflexiones con los/as participantes sobre si creen que tienen influencia de un abuelo u otro. Si dirigen siendo «leales» a la forma de relacionarse con el mundo de uno u otro. Si el permiso de tener una profesión u otra, de relacionarse emocionalmente o no con sus colaboradores y colegas viene de una rama de la familia o de otra.

En constelaciones organizacionales este es un tema importante a explorar pues aunque no hayamos tenido la suerte de conocer o convivir con algún abuelo, la leyenda familiar sobre él nos alcanza e influye como un eco al que intentamos dar continuidad o respuesta.

En uno de sus libros, el fascinante escritor Sándor Márai lo describe así:  «…..mi abuelo estuvo en Bohemia y en Alemania, y más tarde, cuando ya era «empresario», viajaba a menudo a Viena para hacer compras y conocer las últimas técnicas de su profesión. En cualquier caso, sabía más del mundo que los hombres de su entorno, los liberales e intelectuales de aquella pequeña ciudad provinciana. Era un hombre agradable, de temperamento fuerte y muy activo, le gustaban los placeres de la mesa, bebía mucha cerveza y tampoco le dejaban impasibles los encantos femeninos. Cuando se oía cantar «Ein armer Reisander» delante de la puerta de su casa para anunciar la llegada de un viajero pobre, mi abuelo respondía por la puerta de cristal del taller con esta palabras: «si alguien es pobre, no debe viajar»; pero inmediatamente después invitaba al viajero a entrar y lo agasajaba con lo que tenía. Mandó a sus tres hijos varones a escuelas superiores: uno de ellos estuvo en una academia militar, y los otros dos, en el instituto; incluso sus hijas aprendieron a leer y a escribir, y mi madre terminaría más tarde, después de la muerte de abuelo, los estudios de Magisterio. Eso es todo sobre mi abuelo materno. Nunca lo conocía pues murió veinte años antes de que yo naciera……cuando me dejé crecer la barba, me convertiría en el alter ego del desconocido que mira desde la fotografía. A él le debo mi afición a viajar, mi sensibilidad, mi carácter eslavo, siempre activo, y también mis dudas. Puede que no sólo heredemos los rasgos físicos de nuestros antepasados; del mismo modo que ostento su boca, su frente o la forma de su cráneo, sobreviven en mí sus gestos, su sonrisa su voluptuosidad, su despreocupación y su desenfado. A mi también me gustaría llevar en el bolsillo la contabilidad de mi vida. Pero de la misma forma sobrevive en mí el otro abuelo, más serio, más severo, más ordenado y disciplinado: éste también murió pronto y tampoco llegué a conocerlo. Esos desconocidos con quienes debo convivir me dejan la palabra a mí mismo en pocas ocasiones, a mí, a quien yo he formado con arreglo a sucesivos intentos y sufrimientos. Mi abuelo materno, por ejemplo, era un auténtico Falstaff en su pequeña ciudad, un famosos bebedor de cerveza, alegre y campechano, que tenía una mesa reservada como cliente diario en las mejores cervecerías y que disfrutaba invitando a contertulios. También heredé de él mi método de trabajo. Me gusta entretenerme con todo lo que hago, como los artesanos, me gustan los trabajos manuales, su ritmo y su lado puramente físico, me gusta ser mañoso y componer, manufacturar o reparar cualquier objeto sencillo de uso cotidiano. Soy mañosos gracias a él. A veces este abuelo se pelea con el otro, ambos miden sus fuerzas, y cuando gana éster, me siento feliz, y contento durante muchos meses, se apodera de mi trabajo y de mi vida una especie de serenidad y de sosiego; en tales ocasiones, me sale la vena viajera y me voy por algún tiempo sin planes ni objetivos definidos, sin importarme lo que dejo atrás, en mi casa y en mi taller…..».

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Al dirigir personas………..también tenemos dentro un diálogo entre nuestros abuelos. Y en este dialogo hay muchas más alternativas de las que pensamos…….podemos siempre hacer un cambio de perspectiva!!!!!!