Un relato sobre como entrenamos coaching sistémico en el CEC.
Por Juan Londoño. Co-director del programa y director de Talentum
El coaching sistémico sucede en el cuerpo, en el espacio que construimos cuidadosamente para el cliente. El coaching sistémico es un ritual que requiere una invitación a construir afuera lo que sucede como relato dentro del cliente.
Es una representación en 3D que resulta extraña para una persona y que como facilitadores del proceso sabemos que potenciará la habilidad del cliente pues desde muy temprana edad fue capaz de construir fuera su propia representación del mundo. Es una invitación muy seria a jugar, que, si seguimos un método, hará que del cliente brote un deseo enorme por hacer su representación espacial, ya sea con figuras o papeles, en los cuales cada elemento ubicado fuera trae sensaciones y recuerdos que la narración verbal no logra.
El arte está en prepararnos para ser una gran anfitriona, un gran anfitrión sistémico. Esto nos lleva una buena parte del entrenamiento que incluye no generar hipótesis, conocer mis propias percepciones, aprender a generar un “espacio que contenga” al cliente y al sistema y estar preparado para incluir lo difícil, lo duro, lo no nombrado. Un buen anfitrión es aquel que organiza la fiesta y deja libertad a los invitados a que vivan y habiten la fiesta. No puedes hacerlo tú por ella o por él.
Los humanos tenemos una gran capacidad de representarnos.
Dicha habilidad la vamos perdiendo con el paso y el peso de nuestro sistema académico y del poco espacio que nuestra sociedad actual da al
storytelling. No alcanzo a expresar aquí el entusiasmo que genera un espacio sistémico para un cliente. El hecho de construir afuera lo que
lleva tiempo encallado en una narrativa interminable se transforma en una aventura que está deseoso de atravesar. El cliente se identifica
inmediata y contundentemente con los elementos que ubica y sorprendentemente conoce la distancia entre ellos, quién mira a quién.
No solo está representado por los elementos, sino por la distancia y la posición de cada uno.
Una parte importante de la formación, del entrenamiento como coach sistémico, está en el hecho de estar del lado de lo excluido.
Si hay un momento de la configuración (mapa) o de la intervención sistémica que se convierte en el mayor reto, es el de poder convertirnos en
“cómplices” de aquellos que han “dañado” el sistema en opinión del cliente. Un coach sistémico no busca la solución, simplemente se
entrena en incluir lo difícil y duro del sistema para que el mapa pueda ser habitado por el cliente con una nueva perspectiva.
Los humanos necesitamos una narrativa épica de nuestra propia vida.
No es extraño que afirmemos que la Vida es dura. Y para ello, no sé si el cerebro o el lenguaje nos lleva a construir un relato de triunfadores. Que de alguna forma lo somos pues estamos vivos. Pero en el camino nos hemos dejado asuntos difíciles que quizás no nos pertenecen y seguimos perpetuando por el riesgo tácito de poder ser excluídos. “Las personas hacemos casi cualquier cosa por pertenecer. Y lo tácito y la necesidad de pertenecer dan lugar a dinámicas ocultas, invisibles, inalcanzables para la palabra, para el lenguaje, pero siguen inscritas profundamente en el cuerpo. Una intervención sistémica es una oportunidad diferente de expresión que se convierte para el cliente en un regalo. De esta forma pudiendo tomar lo difícil de esa información que llamaremos Pre-verbal y trans-verbal. Nuestra formación en el CEC es un entrenamiento en lo pre y trans-verbal. Las cosas que no se pueden decir también se pueden expresar.
Nuestro entrenamiento sistémico está fuertemente estructurado en una gramática sistémica que nos permite “leer” bajo el agua la configuración (representación externa) que nos ofrece el cliente. Esta gramática sistémica permite al coach hacer preguntas de prioridad, apoyo, obstáculo o recursos que están debidamente descritas en la narrativa del cliente. Dedicamos un buen tiempo en conocer, reconocer, habitar esa gramática para ofrecerla al cliente. Hemos generado un baúl de preguntas sistémicas de pertenencia, orden y equilibrio (los 3 principios sistémicos) que amplia el repertorio de
preguntas de cualquier coach o facilitador. Son preguntan con peso, que llegan a lo nuclear.
No somos éticos, más bien amorales. Distinguimos entre lo natural y lo normal (acuerdo de un grupo de personas que habitan un territorio).
Resignificamos lealtad, culpa y permiso y lo estructuramos de tal manera que el cliente pueda distinguir entre la culpa buena (que le
permite ir hacia su talento y su bienestar) y la culpa que no ayuda (aquella que lo ata a las necesidades invisibles de su sistema).
Invitamos al cliente a habitar un nuevo espacio de posibilidades en el que quizás le permita nuevos hábitos. De la “habituación” a una posible
nueva “habitación”.